Aún recuerdo que cuando tenía 5 años me gustaba jugar en la tierra, jalaba mi caja de juguetes y me iba al patio, muy muy cerca del jardín de mamá. Allí desmontaba cada uno de mis cachaquitos, carritos, caballitos, latas, botellas y cajitas que guardaba para jugar. No existía juguete malo u objeto que no sirva para darle una función en aquel momento. Prefería jugar en la tierra antes que en el piso, porque era muy frío, en cambio, en la tierra, podía escarbar, plantar, hacer cerritos de tierra y una lagunita para jugar. ¡Qué épocas!
Para aquel entonces las chicas no eran preocupación, tampoco eran inspiración. Mi inspiración en aquel entonces era en qué podía jugar al siguiente día, en si pronto tendría juguetes nuevos; las tardes o los fines de semana eran los mejores días. Tal vez no fui mucho de juntarme con otros chicos de mi edad para jugar, pero me divertía mucho en mi soledad, creando personajes y momentos. No miento, hice esto hasta mis 10 años de edad, fueron 5 años que extrañamente terminaron de un momento a otro… no recuerdo cuándo fue y por qué.
A mis 11 años empecé a coleccionar álbumes y a armar origamis de distintos tipos, empecé a pintar un poco también… y creo que en esta etapa silenciosa es que empiezo a escuchar música. Por herencia de mi hermano mayor que escuchaba baladas de los años 60’, 70’, 80′ y 90′, un poco de rock y salsa. Tal vez fue aquí que fui formando ese lado romántico. No era de salir mucho y compartir momentos con los amigos, pero mis días de púber eran así.
Fue a los 13 años que dejé de coleccionar álbumes y armar origamis y la música se metió más en mí y descubrí que heredé de mi padre el gusto por tocar la guitarra; recuerdo mucho que él la compró en un local pequeño en el centro de Chimbote, aquel lugar ya no existe, fue reemplazado por una tienda de ropa; pero recuerdo todo claramente, yo lo acompañé cuando solo tenía 11 años. Pero como todo papá a veces entre sus quehaceres no tiene mucho tiempo para sus momentos de ocio; y allí estaba la guitarra, guardada en su estuche por mucho tiempo, la veía y me llamaba la atención, quería tomarla, pero no me decidía. Hasta que un día se la pedí prestada y sin más, me la prestó; no miento al decirles que lo poco que sé sobre las guitarras lo aprendí casi a un 90 % leyendo revistas y viendo cosas por Internet. Hubiera querido estudiar música desde aquel entonces, pero creo que aún no tenía clara mi vocación.
Han pasado casi 24 años desde que descubrí mi otra pasión: la música; pero aún me pregunto dónde quedaron mis ganas de seguir jugando, mis ganas de coleccionar…, será que crecer nos hacer daño, que nuestra vida llena de deberes y responsabilidades matan nuestra alma o será que nosotros nos dejamos arrastrar por aquellas cosas que no nos gustan, pero que nos «dan para vivir»; tal vez allí está el origen de todos los problemas, y es que hacemos casi siempre lo que no nos gusta.
A veces recuerdo mis etapas de niñez y las diferentes cosas que me gustaban hacer y las quiero volver a hacer, y veo a mis musas abriendo sus ojos, pero se vuelven a dormir; mientras tanto, mis otras musas, aún están despiertas, la música y escribir. No estoy triste, estoy feliz, pero creo que podría estar más feliz si todo lo que hiciera fuera lo que me gusta. Luchar por nuestros sueños también significa que reactivemos nuestras pasiones y las cosas que nos emocionaban de pequeños.
Algún día las musas despertarán.
Irwin Valera.
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